Esta villa segoviana consigue transportarte a otro tiempo, sus calles llenas de edificios blasonados, signos de nobleza, su recoleta Plaza Mayor, su Castillo que hoy aloja un museo y, sobre todo, su silencio y tranquilidad en ese entorno perfectamente conservado. No extraña que sea considerada una de las localidades más bonitas del país y haya sido escenario de anuncios publicitarios y series televisivas de época medieval. En Pedraza simplemente déjate llevar...
La Plaza Mayor, de forma irregular, con casonas indicativas de la prosperidad que antaño trajo la industria textil, basada en la explotación y comercio lanar. La plaza está concebida para que las familias nobles disfrutaran desde sus balcones de los festejos taurinos, en ella se encuentra la Iglesia de S. Juan, románica en su origen, que cuenta con un balcón que se hizo posteriormente para ver los toros, el balcón verde, y el Ayuntamiento.
La Puerta de la Villa era la única entrada que había a la localidad, que se encontraba totalmente amurallada, aquí se encuentra también la cárcel reconstruida en el s. XVI y que se puede visitar.
Al llegar a Pedraza tienes que dejar el coche en el aparcamiento al lado del Castillo, la estética del pueblo agradece la ausencia de vehículos, este castillo del S. XIII, fue adquirido por el pintor Ignacio Zuloaga y que hoy es un museo donde se exponen sus obras.
Este pequeño pueblo tiene al menos una decena de asadores y restaurantes donde las carnes y los judiones son los protagonistas, y en la Calle Mayor existen varias tiendas de objetos y muebles pequeños, pero en cualquiera de sus escasas calles encuentras detalles y rincones con encanto, es realmente difícil elegir una sola foto que exprese todo lo que este pueblecito comunica andando por sus calles.
El turismo le ha dado vida, aunque lo visité en invierno y estaba todo silencioso y tranquilo, quizás por los cero grados que marcaba el termómetro y el agua-nieve que empezaba a caer.