Situado en la Sierra de Albarracín, provincia de Teruel, este pequeño pueblo de color rojo te invita a disfrutar de un día inolvidable. Piérdete en sus calles estrechas con detalles en cada rincón que te llevan a imaginarte...
sin mucho esfuerzo que estás en un tiempo pasado, los muros irregulares de sus casas, los balcones, rejas, puertas, las pequeñas ventanas con visillos de encaje o la combinación de madera y yeso rojo en sus construcciones que le dan ese color especial.
A este conjunto urbanístico medieval, se suma su emplazamiento en una colina y rodeado por el río Guadalaviar, que lo convirtió en un lugar estratégico en otra época.
Te recomiendo abandonarte sin prisas en sus callejuelas, algunas en imposible equilibrio, déjate guiar por el olor de alguna de sus pastelerías escondidas, que no te asuste la inclinación del camino y sube al castillo, desde allí las vistas merecen la pena (si puedes no lo hagas un día de verano y al mediodía, como lo hice yo).
Algo que llama la atención, y que se agradece, es que los establecimientos de hostelería y demás servicios pasan desapercibidos al estar perfectamente integrados en las edificaciones.
En el paseo te vas a encontrar, además del Castillo, la Catedral del Salvador, la Iglesia de Sta. María o el Palacio Episcopal, junto a la catedral, casas señoriales y su Plaza Mayor.
Te aseguro que estarás encantado con la visita y sabrás porqué en todas las listas de pueblos más bonitos de España, Albarracín ocupa un lugar privilegiado.
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